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icon La Voz de Galicia, 12-02-2020 (p.14) (1.53 MB)

Las actividades humanas, y de manera especial la quema de combustibles fósiles, han liberado dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero en cantidades suficientes para capturar calor adicional en la atmósfera y afectar el clima global, lo que supone un impacto sobre la salud, por lo que está intrínsecamente vinculado a la salud pública, a la seguridad del agua y de los alimentos, a la de los movimientos migratorios, a la paz y a la seguridad, y modifica la manera en que debemos considerar la protección de las poblaciones vulnerables. La OMS estima que en el horizonte 2030 habrá 250.000 muertes adicionales al año atribuibles a los efectos del cambio climático, principalmente debidas a la exposición a las altas temperaturas, episodios de diarrea, malaria y malnutrición infantil. La OMS respalda a los Estados miembros en la protección de la salud pública frente a las repercusiones del cambio climático y representa la voz del sector sanitario en la respuesta global de las Naciones Unidas a este desafío mundial.

El informe más reciente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático confirma que hay pruebas abrumadoras de que los seres humanos están afectando al clima mundial, y destaca una amplia variedad de consecuencias para la salud humana. La variabilidad y el cambio del clima causan defunciones y enfermedades debidas a desastres naturales tales como olas de calor, inundaciones y sequías. Además, muchas enfermedades importantes son muy sensibles a los cambios de temperatura y pluviosidad. Entre ellas figuran enfermedades comunes transmitidas por vectores como el paludismo y el dengue, pero también otras grandes causas de mortalidad tales como la malnutrición y las diarreas. El cambio climático ya está contribuyendo a la carga mundial de morbilidad y se prevé que su contribución aumentará en el futuro. Las repercusiones del clima en la salud humana no se distribuirán uniformemente en el mundo. Se consideran especialmente vulnerables las poblaciones de los países en desarrollo, en particular los pequeños estados insulares, los países con zonas áridas y de alta montaña, así como las zonas costeras densamente pobladas. La diferente incidencia en las distintas regiones y la posibilidad o no de adaptarse a estos cambios, va a ser esencial para que las poblaciones afectadas puedan vivir en sus hábitats o tengan que desplazarse a otros lugares a causa del clima, lo que supondrá un problema importante.

Según el último informe del IPCC, incluso si el calentamiento global se limitase a 1,5ºC, más de 350 millones de personas podrían estar expuestas a morir de calor extremo en el 2050. Se estima que el coste económico de los daños directos para salud, atribuibles al cambio climático en el siglo XXI, estarán entre 2.000 y 4.000 millones de dólares de aquí al 2030, si bien estas cifras económicas y de mortalidad se verían muy incrementadas si se consideraran los impactos indirectos a corto y largo plazo. En el año 2015 la Comisión de Salud y Cambio Climático de The Lancet, denominó al cambio climático «la mayor amenaza para la salud global del siglo XXI», al considerarlo un proceso que podía hacer retroceder muchos de los enormes logros conseguidos en los últimos 50 años en materia de salud pública.

Según esta comisión, luchar contra el cambio climático podría ser la mayor oportunidad del siglo XXI a nivel mundial en materia de salud, y deben ser pioneros en la respuesta a la amenaza para la salud que representa el cambio climático.